viernes, 4 de diciembre de 2015

LA POETA CLAUDIA CAPEL ESCRIBE DE "LECCIONES DE TIEMPO"

La poeta Claudia Capel, subdirectora de las revistas Prisma y Proa, que edita la Fundación Internacional Jorge Luis Borges, reseña Lecciones de tiempo (Libros del Innombrable, España, 2015).
Collage de Claudia Capel
Lo que más me gusta de la poesía de Antonio es el latido. Cuando leo sus libros espero ese momento que late tan alto y tan intenso que nos atrapa el corazón, en este estar, en esta vida íntima que es la poesía. Lecciones de tiempo empieza despacio, suavemente “aunque solo seamos desgarros del silencio/breves destellos que laten en el destino”. “ni señal ni camino”.
Somos ciegos del tiempo que pasa sin ser visto y, hasta que no choca contra el espejo, no lo vemos. “Esa serpiente que habita en los mares/ es la eternidad/ el monstruo que te ahoga” pero “a orillas del mar el ciego oye el rumor de la marea y escribe con su bastón de ciego sobre la playa escribe”.
Entonces empieza a latir el libro con la intensidad poética de Antonio, como late la vida, la mirada, todo. “Antes de cruzar los confines del mundo/ tu alma vuelve los ojos hacia la casa”. La poesía de Antonio es la hormiga que avanza paso a paso hasta tu corazón porque sabe de dónde venimos y nos ilumina la sombra: “luciérnaga/ trémolo de luz/ en las tinieblas / aún aún aún aún”
Esta poesía de agua que es Antonio, tiene bosques, escamas y vacíos de los conjurados: el que escribe, el que lee, el que siente, el que tiembla, el que ama. “En el mundo no somos el río que fluye sino la hoja que éste lleva”, dice. Somos uno y los que nos encontramos para hacer el camino “las hojas que no caen en la corriente”.
La pregunta de este libro del tiempo es clara y única: “qué paisaje es este / sin miradas humanas”. Este mundo que mira y no ve, el ciego de Lecciones de tiempo, este lugar donde intentamos vivir sin reconocer el origen de la vida: “la piedra, el árbol y el aire/ son anteriores a los dioses”. Este mundo que rompe las geografías con una red eléctrica que ignora las fuentes de energía, con seudónimos infinitos hasta que la tinta visa tu nombre: “su muro de escamas/ marca las fronteras”. “banderas banderas lenguas blandas de los sabios flamean a las alambradas prendidas al filo que parcela la tierra”.
Nadie vive en el mundo, vivimos en el papel que somos, ese nombre, esa casa, esos datos que nos abanderan o no. “brama el trapo de las naciones” mientras el tiempo pasa y hay gente que muere de sed, de hambre, de intemperie, de asco, al borde del trapo y de la nada. “ángeles ángeles sobrevuelan en círculos”
Los demás somos náufragos, esperamos en la frontera del amor que alguien abra el corazón, en la frontera de ese círculo que es el cielo, que es el mar, que es invisible. “un día u otro todos dejaremos el nombre confiado a la memoria de los vivos el nombre breve esqueleto de letras” El nombre que somos sin sellos ni trapos ni tratados que firmen cómo debemos pasar el tiempo: “soy libre o prisionero/ entre cuatro sueños de piedra”.
Lecciones de tiempo es un libro de humanidad, eso que debería existir todos los días “en este breve estar” “en el presente móvil” “en el viaje humano al fin”.